jueves, 30 de abril de 2020

Lady Lazarus


Lo logré otra vez,

Me las arreglo —

Una vez cada diez años.
Especie de fantasmal milagro, mi piel

Brillante como una pantalla nazi,

Mi diestro pie
Es un pisapapel,

Mi rostro un fino lienzo

Judío y sin rasgos.
Descascara la envoltura

Oh, mi enemigo,

¿Aterro acaso? —
¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?

El apestoso aliento

Se desvanecerá en un día.
Pronto, muy pronto, la carne

Que la tumba devoró

Se sentirá bien en mí
Y yo una mujer que sonríe.

Tengo sólo treinta años.

Y como gato he de morir nueve veces.
Esta es la Número Tres.

Qué desperdicio

Eso de aniquilarse cada década.
Qué millón de filamentos.

La multitud mascando maní se agolpa

Para verlos.
Cómo me desenvuelven la mano, el pie —

El gran desnudamiento.

Damas y caballeros.
Estas son mis manos

Mis rodillas.

Soy tal vez huesos y pellejo.
Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.

La primera vez que sucedió tenía diez.

Fue un accidente.
La segunda vez pretendí

Superarme y no regresar jamás.

Oscilé callada.
Como una concha marina.

Tenían que llamar y llamar

Recoger mis gusanos como perlas pegajosas/
Morir

Es un arte, como cualquier otra cosa.

Yo lo hago excepcionalmente bien.
Lo hago para sentirme hasta las heces.

Lo ejecuto para sentirlo real.

Podemos decir que poseo el don.
Es bastante fácil hacerlo en una celda.

Muy fácil hacerlo y no perder las formas.

Es el mismo
Retorno teatral a pleno día

Al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal

Y divertido:
“Milagro!”

Que me liquida.

Luego una carga a fondo
Para ojear mis cicatrices, y otra

Para escucharme el corazón –

De verdad sigue latiendo.
Y hay otra y otra arremetida grande

Por una palabra, por tocar

O por un poquito de sangre
O por unos cabellos o por mi ropa.

Bien, bien, está bien Herr Doktor.

Bien. Herr Enemigo.
Yo soy vuestra obra maestra,

Su pieza de valor,

La bebé de oro puro
Que se disuelve con un chillido.

Me doy vuelta y ardo.

No creas que no valoro tu gran cuidado.
Ceniza, ceniza —

Ustedes atizan, remueven.

Carne, hueso, nada queda 00
Una barra de jabón,

Una alianza de bodas.

Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer

Cuidado.

Cuidado.
Desde las cenizas me levanto
Con mi cabello rojo
Y devoro hombres como el aire.


La vida de Sylvia Plath no fue fácil, si no todo lo contrario. Trató de suicidarse varias veces hasta que finalmente lo consiguió a los treinta años. La poesía era para Sylvia su forma de sobrevivir. En este poema refleja el tormento por el que pasaba día tras día y dichos intentos de suicidio. Su obsesión por la muerte era tal que llegó a escribir: "morir es un arte, como cualquier otra cosa. Yo lo hago excepcionalmente bien". Estos versos son los que más impactaron por su gran fondo.
Su sufrimiento era tan grande que llegó a compararlo con el de los judíos durante la época del nazismo. Muestra la opresión nazi al llamar al doctor "Herr Doktor", pues es quien le devuelve la vida a pesar de que lo único que realmente quiere es morir. Finaliza el poema diciendo que resurge de las cenizas y devora a los hombres. En otras palabras, los hombres no podrán salvarla la próxima vez que esté a punto de morir.

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